Daniel Montoliu, residente en Viladecans y entrenador de baloncesto desde hace más de 25 años, llega a la entrevista vestido con una sudadera naranja de la Boise State University. Nada más sentarse con nosotros, ya empieza a hablar sobre baloncesto. No hace falta ni que le preguntemos. Lleva toda la mañana trabajando para su empresa Pick Us Education, editando vídeos de sus jugadoras y contactando con universidades. Por la tarde el ritmo no bajará: le esperan reuniones con familias y más conversaciones con entrenadores americanos. Y así cada día, según nos cuenta. Es evidente que lo vive con intensidad, es difícil mostrarse más apasionado y entusiasmado con lo que uno hace, hasta el punto de que no se le nota cansado.
¿Y así cada día?
Más o menos sí, cada día tengo el mismo volumen de trabajo. Acabo realizando una jornada laboral muy larga, pero me lo paso muy bien. Me encanta mi trabajo: editar los vídeos de las jugadoras a las que sigo, hablar con las universidades interesadas, reunirme con las familias de las jugadoras para evaluar cómo está el tema… Todo esto con respecto a las chicas que pretendemos llevar a Estados Unidos el año que viene. Pero también está el trabajo con las que ya están allí. Mi compromiso con ellas es de cuatro años. Éste es mi especial March Madness.
¿Y el fin de semana?
El fin de semana tampoco paro. Intento ver unos 7 u 8 partidos. Sigo a las jugadoras que actualmente tengo contactadas para tratar de llevarlas el curso que viene a Estados Unidos, y además hago un seguimiento de otras chicas que podrían dar el paso en el futuro.
¿Sólo jugadoras?
Sí, de momento sí. En Estados Unidos el nivel físico de los jugadores es increíble, lo que hace difícil su encaje. El mundo del baloncesto femenino es muy diferente. Allí las universidades necesitan jugadoras bases e interiores. Y aquí en España tenemos bases muy buenas, con un talento indiscutible, y de ahí que llamen tanto la atención de las universidades.
¿Cómo empezó todo?
Cuando estaba en Club Bàsquet Viladecans buscaba reclutar jugadoras para que luego pudieran dar el paso e ir a estudiar fuera. Cuando reclutaba, el club estaba encantado, el problema estaba en que a la hora de dejarlas ir, se mostraban más reticentes. Fue entonces cuando me di cuenta de que si quería llevar a cabo esta iniciativa, debía hacerlo desde fuera, ajeno a cualquier club. Así es como construí mi propia empresa, Pick Us Education. Las primeras jugadoras que llevé a estudiar a Estados Unidos fueron Cristina Soriano (Cameron University) y Yaiza Rodríguez (Boise State University). Ambas ya han terminado sus estudios y ahora están trabajando aquí.
¿Cuántas jugadoras ha llevado ya a Estados Unidos?
En total 72. De ellas 57 todavía están allí. Las otras o ya han acabado la carrera o decidieron volver antes de tiempo. Un caso que me gusta especialmente es el de Irene Sánchez. Estudió en Miami y ya ha terminado la carrera. Ahora ha vuelto aquí y está montando su propia empresa. Con tan solo 24 años es toda una emprendedora y quiere tener su propio negocio. Sería el ejemplo perfecto de lo que yo busco con las jugadoras que llevo: que terminen sus estudios y tengan aspiraciones laborales.
¿Y a todas les va tan bien?
A la mayoría de las que han venido conmigo sí, pero el camino tampoco es fácil. El principal problema es la adaptación. Llegan allí con tan sólo 18 años, lejos de sus familias, con un idioma nuevo y con una forma de entender el baloncesto muy diferente. Los primeros meses se les hacen un poco duros. Las chicas llegan a la universidad a mediados de agosto, cuando empieza la pretemporada. Por entonces la mayoría del trabajo que se realiza es en el gimnasio. No están acostumbradas a realizar tanto esfuerzo físico en el gimnasio y que el volumen de entrenamiento en pista sea tan escaso. Los fines de semana sus compañeras de equipo se van a casa y ellas se quedan allí solas. Puede resultar un poco duro. Luego a mediados de septiembre el volumen de entrenamientos en pista aumenta, y con ello la comodidad y la felicidad de las jugadoras. Pero todavía no ha empezado la competición y los fines de semana siguen haciéndose largos. A finales de octubre, principios de noviembre, empiezan los partidos de liga y todo cambia a mejor. Viajan a las diferentes universidades los fines de semana y pasan mucho más tiempo con sus compañeras de equipo. Pero entonces puede surgir otro problema: los minutos de juego. Siendo jugadoras de primer año, el volumen de minutos que disputan en los partidos pueden ser pocos, insuficientes para ellas. Sin embargo, hay que mentalizarlas de la gran suerte que tienen de estar donde están y que entiendan que todavía están empezando. La mayoría lo acepta y lo afronta como un reto y como una posibilidad enorme de aprender.
¿Y si no están a gusto?
Depende de cada caso. Si el problema reside en el rol que tienen dentro del equipo, lo que hago es hablar con los entrenadores y conocer su opinión sobre ellas. A veces, a pesar de que las jugadoras no cuenten con muchos minutos de juego en los partidos, los entrenadores están muy contentos con su rendimiento y quieren que sigan. Llegados a este punto yo se lo transmito, para que tomen conciencia de su importancia en el equipo. Sin embargo, si aún así quieren cambiar de equipo, se trata entonces de buscar otra universidad. Esta opción es la menos recomendada, ya que los cambios de universidad están penalizados deportivamente. Si decides transferirte tienes que estar un año sin poder jugar, lo que se conoce como «Redshirt». Por eso, lo que recomiendo a menudo a las jugadoras es que cursen un Junior College. Se trata de un paso previo a la universidad de dos años. Esto permite una aclimatización más suave, dado que el nivel no es tan alto y pueden así gozar de más oportunidades. Además, durante estos dos años, las universidades las pueden ver más de cerca y es más fácil que reciban buenas propuestas. De hecho este último curso 5 de las 8 que estaban en el Júnior Collage ahora están en División 1.
Pero por encima de todo esto están los estudios, ¿no?
Correcto. Además del baloncesto está lo más importante de todo, lo primordial: la carrera universitaria. En este sentido los problemas no son muy grandes. Las jugadoras adquieren un compromiso tanto con el centro como conmigo, y saben que sin buenas notas la experiencia termina. La exigencia es muy grande, tienen que estar a la altura o adiós a la beca. Al final el baloncesto acaba siendo un vehículo.
¿Cómo funcionan exactamente las becas?
Para poder optar a las becas las jugadoras primero tienen que superar dos exámenes: el SAT, que vendría a ser una especie de selectividad, y el TOEFL, para medir el dominio de inglés. Ambos tienen una nota mínima, marcada por cada facultad. Las universidades de más prestigio exigen las notas más altas, pero la mayoría piden unas valoraciones similares. Una vez superado este proceso, según las ofertas que reciban, pueden escoger universidad. El 90% de las jugadoras que he llevado allí han ido con una beca completa; es decir, tienen cubiertos por completo los costes de los estudios. Los cursos allí tienen un precio anual muy elevado, y con estas becas las familias no tienen que pagar más que el billete de ida de avión. Es una suerte inmensa, así que las chicas cogen conciencia rápidamente de la importancia que tienen los estudios. De hecho, para algunas familias incluso les sale más económico que vayan a estudiar a Estados Unidos.
Porque la opción de quedarse en España… ¿qué tal?
Desde mi punto de vista es muy poco apetecible. A nivel comparativo están a años luz. Lo que te ofrecen al ir a estudiar a una universidad americana no se puede comparar con nada que puedas encontrar aquí. A nivel académico, el prestigio y los conocimientos, y a nivel de infraestructuras deportivas resulta simplemente increíble. Cuando voy a visitar los campus de las universidades alucino. Además, a nivel más profesional (Liga femenina 1 o 2) compaginar estudios y baloncesto resulta muy complicado, a veces casi imposible. En cambio allí ambos aspectos van de la mano. Es más, el académico prima por encima del deportivo.
Y a nivel autonómico, ¿estar en Catalunya ayuda a Pick Us Education?
Totalmente. Catalunya resulta un microclima de baloncesto ideal. Tenemos a grandes clubs realizando un trabajo espectacular como pueden ser Femení Sant Adrià o Club Bàsket Almeda. Y además se le suma el proyecto de Segle XXI, ubicado en Esplugues. Estar en Catalunya es una suerte increíble. Pero no nos quedamos solo aquí. Procuramos llegar a todos los rincones de España, con lo que los viajes resultan frecuentes. No nos perdemos ninguna fase final de categorias inferiores.
¿Y cuál sería el siguiente paso?
Tengo muchas ideas en mente. La primera es llevar a chicos allí. Estamos trabajando en la generación del 2001, queremos trabajar con tiempo. Otra intención es ampliar los horizontes y trabajar a nivel europeo. Holanda y Alemania son dos países interesantes, aunque el alto nivel de los estudios cambia el panorama respecto a España. En estos dos países, si las jugadoras deciden ir a Estados Unidos no es tanto por estudios sino por baloncesto. Francia sería la guinda del pastel. A los americanos les encantan las jugadoras españolas y francesas. Muchos me preguntan si tengo contactos allí también. Todavía no, pero la intención es tenerlos. Y por último llevar a entrenadores. Creo que los de aquí están muy capacitados y preparados. Allí algunas universidades no tienen ayudantes de nivel. Y hay entrenadores de aquí que podrían hacer carrera allí perfectamente.